Amigo, ¡feliz
cumpleaños! Deja recordar, me parece que estás cumpliendo…. Sí, estás
cumpliendo siete años querido amigo. Los mismos años que tenemos ya en esta
isla. Solos. Te confieso -por si acaso no lo habías notado- que al principio,
cuando fuimos arrojados a esta playa, me sentí angustiado, inseguro, con miedo
a, bueno ya sabes, a no saber cómo iba a sobrevivir en medio de la nada. En una
tierra completamente desconocida y, bueno, tú entiendes. Uno no sabe qué
peligros tendrá que afrontar en un lugar del cual no conoce nada. Además, nunca
asistí a un curso de supervivencia. No tenía siquiera una idea de cómo
construir un refugio.
Afortunadamente,
nunca tuvimos que afrontar algún temporal violento, antes que hubiera podido
ingeniarme cómo tomar las mínimas precauciones para poder seguir con vida. Así
que, cuando las tormentas llegaron, ya había conseguido hacer un buen refugio.
Luego, me fui dando cuenta que, a medida que las tormentas iban siendo más
severas, cada vez contaba con un refugio mejor construido. Gracias a esto,
hemos logrado sobrevivir querido Wilson. Hemos sobrevivido hasta hoy. No
habrías podido celebrar este séptimo cumpleaños de no haber sido así.
Sí, bien que estoy
consciente de lo que me dices. Has tenido que soportar mis momentos de
desesperación y mis charlas no siempre han sido del todo coherentes. Pero ¡qué
podías haber esperado de un náufrago en plena desesperación!
Además, qué podrías
decir tú, que en la primera picadura perdiste todo tu aire. ¡Jajaja!
¿Qué? ¿Acaso no
puedes mostrar un poco de buen humor ni siquiera hoy?
¡No seas un
cascarrabias y piensa! ¿Crees que hemos estado solos en esta lucha? Resolviendo
contingencias e imprevistos, adaptándonos al inhóspito ambiente de esta bella
isla. Aprendiendo paciencia, a fuerza de mirar el sol salir y luego ocultarse
en la monotonía de días y semanas, en las que no pudimos solucionar cómo salir
de aquí.
Por cierto, cuando
me decidí por dejar de preocuparme si alguien habría descubierto alguna de las
botellas que enviamos al mar pidiendo auxilio y que alguien nos rescatara. Y
dejé de imprecar a Dios por ello. Y decidí que la forma de no sentirnos prisioneros
de esta isla, era pensar. Sí, pensar cómo salir de aquí, y entretanto, pensar
que aun aquí estamos libres. Mis pensamientos de reproche cesaron, y me dediqué
a ingeniarme cómo ayudarnos. Ayudarnos aquí y buscando la forma de escapar de
este cautiverio. Las cosas comenzaron a ser distintas. Empecé a disfrutar de
este lugar. Nunca conocí Hawai, pero seguramente no es mejor que este lugar.
Hay aves exóticas y hermosas, y bellos parajes que antes no había sido capaz de
apreciar. Solo entonces comprendí que al seguir vivos, estaba siendo un ingrato
con Dios. Que habíamos salido con vida del accidente, y que esto nos daba la
oportunidad de agradecerle, y de encontrar una salida a toda esta situación que
me desagradaba tanto.
Entonces mi esfuerzo
no solo se dirigió a mejorar nuestra situación inmediata. Qué comer o cómo
protegernos de las condiciones del ambiente, de la exposición prolongada a los
rayos del sol, o de los riesgos de una lluvia torrencial. Fue entonces que pude
concentrarme en encontrar la manera de dejar un buen día este refugio, y quizá
contar nuestra experiencia a los demás.
He progresado en
esta tarea Wilson. Ya casi está lista la balsa, y estoy más enterado del curso
de las corrientes, de las mareas, de la dirección del viento, de las horas
diurnas. He aprendido a orientarme siguiendo las estrellas de noche. Y también, tengo una idea más clara de cómo mantenernos con agua potable y cómo pescar en alta mar. Esta es la
sorpresa que quiero darte como regalo de cumpleaños querido amigo.
Pero lo mejor, es
que estoy aprendiendo a esperar el momento oportuno para lanzarnos a vencer la
distancia que separa esta isla de la tierra firme. Además, -y espero que no te
burles- pienso que mi comunicación con Dios, está mejorando. Tanto, que ahora le
agradezco a Dios por tu compañía querido Wilson.
Así pues, querido
amigo. Espero que este sea un excelente e inolvidable cumpleaños.